En los tiempos que corren, parece que el tiempo y la competencia primara nuestro estilo de vida. Además, con la situación económica tal y como está, es habitual encontrar diversas fuentes permanentes de estrés, sobretodo en nuestro ámbito laboral. Para afrontar todo este estrés, nuestro cuerpo se prepara para plantar cara a estas situaciones y llevarlas a cabo con éxito. Pero, ¿a qué precio?
En
países industrializados como el nuestro, las altas tasas de paro, la
inestabilidad económica, los problemas familiares y, por si fuera poco, los
laborales, han provocado que los trabajadores se encuentren afectados por estos
cambios repentinos, que los llevan a enfrentar situaciones constantes de
tensión.
¿Qué es el estrés laboral?
Es
aquella tensión que acumulamos cuando consideramos que una situación o
exigencia laboral podría estar por encima de nuestras capacidades para
afrontarla. Este estrés suele darse en situaciones en las que los trabajadores
muestran un claro agotamiento emocional o apatía en su trabajo. Para definir
estas condiciones suele utilizarse el término burnout, que vendría a
significar algo así como estar quemado o desgastado por el trabajo. Ante estas
circunstancias, los empleados suelen quejarse con frecuencia, mostrarse
irritables o atribuir sus errores a otra persona.
¿Cuáles son las fuentes del estrés laboral?
Dentro
de los estresores laborales cabe destacar:
-
Condiciones físicas del lugar de trabajo. Factores como la temperatura, el
ruido o el tamaño de nuestro despacho son algunas condiciones adversas que
pueden aumentar nuestra ansiedad.
-
Relaciones interpesonales en el trabajo. Situaciones como la falta de respaldo
personal o unas malas relaciones con los demás empleados pueden suponer una
presión añadida y una fuente de estrés importante en nuestro trabajo.
-
Estructura organizacional del lugar de trabajo. Las diferencias jerárquicas, el
exceso de reglamentos y la falta de participación en decisiones que afectan al
trabajador son algunas situaciones que pueden provocar estrés.
- El
liderazgo de la organización. La manera de liderar la administración de una
organización determinada puede suponer una importantísima fuente de estrés
laboral. Por ejemplo, establecer metas inalcanzables a corto plazo, excesivo
control y cambio de las condiciones laborales o despido de empleados pueden
crear una cultura de tensión, temor y ansiedad.
-
Problemas personales. Situaciones problemáticas en la familia, nuestra propia personalidad
y la presencia de problemas económicos contribuyen a aumentar nuestros niveles
de estrés laboral.
-
Incertidumbre con la situación actual. La crisis económica en la que nos
encontramos o las noticias sobre política que habitualmente nos llegan son
otros factores que pueden generar una clara inseguridad y suponer, por lo
tanto, una fuente de tensión.
¿Qué consecuencias puede acarrear el estrés laboral?
El
estrés laboral, como ya se ha indicado, puede generar claros síntomas de
ansiedad, tensión, irritabilidad y aburrimiento. Todo ello tiene una
repercusión sobre nuestro organismo, pudiendo presentarse en forma de taquicardias
o dolores de cabeza recurrentes.
De
esta manera, es normal experimentar un deterioro sobre nuestro rendimiento
laboral, llegando incluso a faltar al trabajo. Además, el estrés laboral puede
generar cambios en nuestros hábitos alimenticios, generar diversas manías (morderse
las uñas, tocarse en exceso el pelo, etc), un mayor consumo de alcohol o
tabaco y problemas de sueño.
¿Cómo manejar este estrés?
A
continuación, se plantean una serie de estrategias para realizar un mejor
manejo de nuestro estrés laboral:
-
Administración del tiempo. Algunas personas con la presencia de estrés trabajan
mejor y de manera más eficiente. Sin embargo, a otras les afecta gravemente
sobre su rendimiento laboral. Está claro que un trabajador organizado puede
lograr el doble que uno desorganizado. Por ello, se considera recomendable
elaborar una lista de las actividades a realizar, organizarlas por orden de prioridad
y llevarlas a cabo en el momento del día en el que rendimos más y mejor. Una
vez que comiences la actividad es importante no interrumpirla de ninguna
manera, ya verás cómo al final te sobrará tiempo y te sentirás más satisfecho.
-
Ejercicio físico. Actividades como dar un paseo, salir a correr, practicar
natación o ciclismo son recomendadas por los expertos como una forma eficaz de
manejar unos niveles excesivos de estrés.
-
Técnicas de relajación. Las personas que aprenden a relajarse mediante ejercicios
de respiración, meditación o relajación
muscular permiten desconectarse más fácilmente de sus fuentes de estrés más
inmediatas.
-
Apoyo social. La familia, los amigos o los compañeros de trabajo pueden suponer
una salida importante del estrés. Amplia tu red de apoyo social y reducirás
considerablemente el estrés diario.
No hay comentarios:
Publicar un comentario